Sí. Existe un Principio Creador, poseedor de una Inteligencia Infinita, cuya Naturaleza no podemos conocer, quien es el único responsable de la Creación del Universo y del hombre.
Contenido:
- – El concepto de Dios.
- – Dios como Principio Creador.
- – Conclusiones.
El concepto de Dios
Es sorprendente ver que tanto los ateos como los devotos de las religiones Cristianas comparten el mismo concepto acerca de Dios, con la única diferencia de que los ateos niegan su existencia mientras que los devotos religiosos están convencidos de lo contrario.
Aclaremos que el concepto que cada persona tiene acerca de Dios es su creencia personal acerca de lo que es Dios, bien sea porque se lo han inculcado sus líderes religiosos o porque ha sido una creencia propia fruto del nivel de evolución de la consciencia de cada persona.
Sin embargo, lo que se observa es que tanto los ateos como los devotos religiosos creen que Dios es un ser con figura de hombre anciano, sumamente sabio y con todas las cualidades que la mente del creyente le puede atribuir pero, a la vez, terriblemente colérico, violento y vengativo para castigar a los humanos que se atrevan a desobedecer sus mandatos. Y este concepto concuerda perfectamente con la descripción que hace la Biblia acerca de Yavé, o Jehová, el Dios del antiguo testamento. Y ya hablaremos algo más de Jehová en otro artículo posteriormente.
Pero no es solo esto. A esta imagen de Dios que pregonan tantas religiones Cristianas se le añade la creencia de que es un Ser que vive en el Cielo, algo así como por encima de las nubes, mirando hacia la tierra y anotando en una libreta todas y cada una de las faltas cometidas por cada habitante de la tierra, para después cobrar estas faltas con terribles castigos en el infierno, un lugar lleno de fuego, y “por toda la eternidad”.
Con todo este cúmulo de ideas erróneas acerca de Dios no es de extrañar que tanto los ateos como los devotos religiosos crean que Dios debería ser alguien como un súper héroe, más poderoso que Superman, policía y bombero que debería estar siempre ocupado apagando los incendios y corrigiendo todos los desastres que los humanos hacemos a diario por nuestra negligencia, nuestra ignorancia o por pura y física maldad y codicia, para evitarnos cualquier clase de sufrimiento.
Entonces, viendo las cosas de este modo, es obvio que cualquier persona medianamente inteligente y libre de creencias religiosas fanáticas se rebele contra este concepto de Dios y decida que no va a creer en este Dios que tanto pregonan las religiones occidentales. Y a quienes niegan la existencia de este Ser Superior con todo este cúmulo de atributos se les llama ateos, aunque muchas de estas personas pregonan a los cuatro vientos esta denominación de sí mismos, como lo veremos en otro artículo en donde analizaremos la psicología del ateo.
Y algo que no analizan los devotos religiosos que tienen este concepto de Dios es que si, como ellos mismos lo afirman, Dios es infinito, entonces es imposible que tenga forma humana, porque si así fuera su misma Creación sería mucho más grande que Él y, en tal caso, por simple lógica, no sería un Dios infinito sino otro hombre quizá con poderes superiores al hombre pero, al fin y al cabo, un Ser semejante a cualquier otro humano.
Esta errónea creencia de Dios está fundamentada en una frase del Génesis que dice:
“Y dijo Dios: hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”.
La interpretación literal de esta frase del libro Génesis de la Biblia es la raíz de este falso concepto del Supremo Creador. Sobre este punto también hablaremos luego en otro futuro artículo.
Dios como Principio Creador
En el artículo anterior se dijo que las herramientas que vamos a utilizar para hallar la verdad acerca de si existe o no existe Dios son el conocimiento, la razón, la lógica y el sentido común, en vez de creer ciegamente en dogmas religiosos que no podemos comprobar.
A falta de mayor información verdaderamente confiable que nos pueda servir de guía en nuestra búsqueda, tendremos que generar nuestro propio conocimiento con base en la observación y comprobación de los hechos que nos sea posible verificar por nosotros mismos.
En este orden de ideas, el primer gran hecho, del cual podemos estar absolutamente seguros, es que por muy inteligentes e ilustrados que creamos ser, por muy doctos que seamos en las ciencias, en la filosofía o incluso en la teología, aun así no tenemos ni la más remota idea absolutamente segura acerca de qué o cómo es Dios. Por esto es por lo cual la ciencia no ha podido comprobar por el método científico la existencia de este Ser Superior, así como tampoco ninguna religión nos da pruebas irrefutables en este sentido, porque sus dogmas deben ser aceptados a rajatabla, sin ninguna discusión ni análisis. Por eso son dogmas.
Entonces el conocimiento que necesitamos tenemos que generarlo usando nuestros cinco sentidos, como la vista, el oído, el tacto, el olfato y el gusto, cuyas percepciones debemos modularlas por medio de nuestro intelecto, de la razón y pulidas y aceptadas o rechazadas por medio de la lógica y el sentido común.
Así, pues, nuestro primer objeto de análisis somos nosotros mismos. Partamos del hecho de que, como lo ha demostrado la Biología, todo ser humano tiene su origen en la fusión de dos únicas células, un óvulo y un espermatozoide, y analicemos la intrincada, fascinante y asombrosa cadena de eventos moleculares que ocurren hora tras hora a partir del momento cuando el espermatozoide perfora la capa que recubre el óvulo, penetra en su interior y combina su ADN con el ADN del óvulo y a partir de ese momento comienza una frenética duplicación celular para formar un embrión en el cual paulatinamente se van formando nuevas estructuras y órganos que posteriormente formarán el feto que al cabo de aproximadamente 36 semanas de gestación terminará naciendo como un nuevo ser humano completo, con vida propia y funcionamiento biológico independiente de la madre.
Resulta verdaderamente incalculable el número de procesos bioquímicos que se tienen que dar en forma perfectamente ordenada durante los nueve meses de gestación para que el resultado final sea un niño sano, como lo son la inmensa mayoría de los niños que a diario nacen en todos los países del mundo y como igualmente ha sucedido a lo largo de miles de años, desde cuando la especie humana existe sobre la tierra. Y si algún lector duda de esto lo invito a que estudie cualquier texto médico del área de embriología.
Los ateos afirman que todo este maravilloso proceso se debe única y exclusivamente a la evolución, a la casualidad, que no puede haber en el mismo ninguna intervención Divina puesto que ninguna ecografía o estudio similar ha probado la presencia de ningún Dios durante la gestación, etc., etc. Sin embargo, si le preguntáramos a un matemático experto en estadística cuál es la probabilidad de que miles de billones de procesos bioquímicos ocurran en forma perfectamente ordenada, siguiendo una secuencia milimétrica en todas y en cada una de las nuevas células que se van formando diariamente en el embrión y luego en el feto, las cuales terminan diferenciándose para adoptar distintas formas, construir nuevos órganos y funcionar de manera totalmente diferente a las demás de otros órganos y sistemas, sin que ocurran errores en la inmensa mayoría de los casos, con seguridad este matemático experto nos diría que la probabilidad de que toda esta ingente secuencia de eventos sean debidos al azar, a la casualidad, es prácticamente cero.
Y la razón, la lógica y nuestro sentido común libre de creencias predeterminadas nos llevarían a la misma conclusión, porque si todo el proceso de formación de un nuevo ser humano fuera debido al azar sería perfectamente lógico que la mayoría de los niños nacieran con formas corporales diferentes, tal vez muchos con dos cabezas, otros con tres brazos, algunos sin hígado y otros muchos con diferentes anomalías y muy pocos, si acaso, con cuerpos perfectamente normales como sucede en la inmensa mayoría de los nacimientos, porque debemos también considerar que el escaso porcentaje de niños que nacen con alguna deformidad se debe, en gran parte, a que la madre consumió licor, fumó cigarrillos o fue adicta a sustancias psicoactivas durante el embarazo o a que la gestación ocurrió después de cumplir la madre los 35 años de edad, como es frecuente que ocurra con el síndrome de Down.
Descartando entonces el factor azar, o casualidad, en este maravilloso proceso que da lugar a la formación de un nuevo ser humano, solo nos queda considerar que forzosamente tiene que existir algún proceso inteligente, alguna directriz, alguna Ley o conjunto de Leyes que sirven de guía y dirigen a cada célula para que cada una de ellas cumpla el propósito para el cual fueron creadas, para obtener el resultado final en forma exitosa y segura. Y si tenemos en cuenta la inmensa o infinita complejidad de los miles de billones de reacciones bioquímicas que son necesarias para que todos estos procesos se cumplan de manera ordenada, siguiendo una secuencia predeterminada de acuerdo a un diseño previamente establecido para construir un nuevo cuerpo humano perfecto, entonces nuestra última conclusión es que esto solo lo puede realizar una Inteligencia Infinita.
Nuestro segundo objeto de análisis es la Naturaleza, el Universo o la Creación entera. Aquí también los científicos ateos han metido la cucharada haciendo afirmaciones tan pueriles como ridículas, como lo hizo el famoso astrónomo Carl Sagan (QEPD) cuando escribió en la contraportada de su famoso libro Cosmos:
Fueron necesarios quince mil millones de años para que la materia se convirtiera en vida y consciencia.
Sin duda el señor Sagan era un gran astrónomo, pero carecía de lógica y de sentido común o tal vez era un ateo recalcitrante, porque cualquier persona medianamente pensante sabe (y lo puede comprobar por sí misma) que nada ni nadie puede dar lo que no tiene. Por esta razón la materia no puede dar vida y tampoco puede generar consciencia.
Pero siguiendo con nuestro análisis, lo primero que nos debe llamar la atención al contemplar la Naturaleza que podemos observar a nuestro alrededor, es que funciona perfectamente por medio de muchas Leyes Naturales que regulan todos sus procesos y que el hombre poco a poco ha ido descubriendo y las cuales el hombre no las puede anular, aunque sí las puede alterar. Y es por este poder que tiene el hombre para alterar su entorno natural por lo cual ha convertido los ríos en cloacas, ha envenenado el mar y el aire con residuos tóxicos y ha extinguido miles de especies animales y vegetales. Y, sin embargo, lo que podemos ver es que cuando el hombre ha cesado su ataque contra la Naturaleza esta comienza de inmediato un proceso de reconstrucción tratando siempre de recuperar su estado primigenio, pleno de armonía y equilibrio ecológico.
Las muchas Leyes Naturales que el hombre ha ido descubriendo, tanto físicas como químicas y biológicas, son perfectas, perennes e inmutables y lo que podemos observar es que existen para controlar, regular y permitir un desarrollo armónico de todos los seres vivientes, animales y vegetales, así como de la materia tanto en la tierra como en toda la Creación. Por eso es que el Universo funciona en la forma como lo hace, porque sin la existencia de las Leyes físicas que lo gobiernan sin duda toda la Creación sería un completo caos y, tal vez, la vida en la tierra no sería posible en la forma como la conocemos.
Entonces surge la gran pregunta: ¿cómo surgieron todas estas Leyes que gobiernan tanto a la Creación como también a la vida del hombre?
La respuesta que nos dan los científicos materialistas es siempre la misma: según ellos todo esto es resultado de la evolución de la materia, del azar, de la casualidad.
Pero entonces, si esto fuera cierto, tendríamos que concluir que el llamado azar tendría que tener, forzosamente, una inteligencia infinita para ser capaz de idear tantas maravillosas Leyes Naturales, asignarles a cada una de ellas una función específica y ponerlas a funcionar todas armónicamente y al mismo tiempo para controlar y regular la buena marcha de la Creación en todas sus manifestaciones, incluida la vida del hombre. ¿Tiene esto algún sentido?
Por supuesto que no hay ninguna lógica en este argumento materialista, por lo cual no vamos a cometer ningún error si lo descartamos. Entonces, solo nos queda contemplar la posibilidad de que todas estas maravillosas Leyes que gobiernan la Naturaleza, la Creación entera e incluso la vida del hombre, por ser tan perfectas y tener propósitos tan claramente definidos y constructivos, solo pueden haber sido concebidas, establecidas y puestas en marcha por una Inteligencia Infinita cuya Naturaleza no podemos conocer por la limitación de nuestra finita mente humana, debido a que, por simple lógica, en una mente finita como la del hombre no puede caber la comprensión de una Mente Universal con una Inteligencia Infinita.
Conclusiones
1- El azar, por su misma definición, es incertidumbre y por lo mismo no puede ser el responsable de la creación de procesos naturales que siguen secuencias perfectamente lógicas, como ocurre en la vida del hombre y en los seres vivos en toda la Naturaleza.
2- El azar, o casualidad, no tiene ningún grado de inteligencia y por lo tanto es imposible que se le pueda atribuir la responsabilidad de crear la vida, mantenerla y dirigir el equilibrio que se observa en la Naturaleza.
3- Nuestros análisis nos muestran, sin la menor duda, que el único responsable de la Creación, incluyendo la vida del hombre, es un Principio Creador poseedor de una Inteligencia Infinita cuya Naturaleza no podemos conocer, aunque sí podemos observar sus manifestaciones a través de sus Leyes Naturales, de la Creación entera y de nuestras propias vidas; y esto es prueba más que suficiente para creer en su existencia.
Y es este Divino Principio Creador quien, con plena justicia, merece ser llamado Dios, un Ser que por ser Él el Creador de todo cuanto existe no pudo haber sido creado por nadie y, por lo tanto, tenemos que concluir, forzosamente, que Él siempre ha existido.
Hasta pronto, amigos.
Muchas bendiciones para todos.