¿Qué es el fanatismo?

Un fanático

El fanático es un esclavo de su creencia, pero aquí aprenderá como liberarse de este flagelo y recobrar su equilibrio mental y su vida normal.

Contenido

  • 1- Definición y origen.
  • 2- El fanatismo político.
  • 3- El fanatismo deportivo.
  • 4- El fanatismo religioso.
  • 5- Como liberarse del fanatismo.

1- Definición y origen del fanatismo

El fanatismo es una condición mental que obnubila y ciega la razón, trastornando por completo la voluntad y la conducta de la persona que lo sufre. Anulada por completo la facultad de razonar, el fanático queda por completo a merced de sus creencias, dogmas o paradigmas con los cuales él se identifica totalmente, las cuales lo llevan a cometer a veces los actos más aberrantes o infames para defenderlos o imponerlos a otros, sintiendo la íntima convicción de que él está actuando correctamente y que es el resto del mundo el que está equivocado.

Esta conducta ciega y aberrante, pero totalmente coherente con sus creencias, se debe a que el fanático no razona y tampoco quiere hacerlo, porque solo le basta con creer
en lo que él está convencido que es la única verdad que existe en el universo por lo cual, quien quiera que sea que piense diferente a él está totalmente equivocado y es su enemigo al cual él debe enfrentar, combatir o aniquilar por los medios que sea, según sea su nivel de ignorancia y violencia personal.
Si quisiéramos representar gráficamente la condición mental de un fanático sería semejante a la de un soldado dentro de una trinchera, alerta y dispuesto a disparar y matar a todo aquel que se atreva a acercársele para convencerlo de cambiar de bando o para capturarlo, por lo cual él está dispuesto a morir, si es necesario, con tal de defender su posición.

El fanatismo se comporta como un poderoso virus mental que ataca por igual a cualquier persona de cualquier edad, género, raza o condición social o económica. Su origen está en la ignorancia, inseguridad,
rasgos de personalidad y falta de criterio personal que llevan a alguien con estas condiciones psicológicas a aceptar los dogmas religiosos, las ideas políticas u otros paradigmas que constituirán la columna vertebral de sus creencias las cuales, una vez aceptadas y arraigadas profundamente en su mente subconsciente, él las defenderá incluso con su propia vida, porque su lealtad es inquebrantable debido a que estando dentro de la colectividad que él defiende y admira se siente no solamente identificado con sus ideales o creencias, sino también protegido física y emocionalmente, lo cual es un bálsamo para su inseguridad personal.

2- El fanatismo político

Cuando la identificación emocional ocurre con los colores, nombres, ideas o símbolos de un partido político el fanático se convierte en un acérrimo defensor de su ideario y, según sean sus características psicológicas y su grado de desarrollo personal, puede ser simplemente un simpatizante dispuesto a trabajar largas jornadas como voluntario en las campañas de sus candidatos, o un furibundo activista que no dudará en recurrir a la violencia, incluso al homicidio, al terrorismo y a las guerras para tratar de imponer a otros su ideología a la fuerza o para eliminar de la faz de la tierra a sus oponentes políticos.

Esto último ha sido, desafortunadamente, la triste historia de mi país, Colombia, en donde luego de la independencia de España comenzaron una interminable serie de guerras civiles de origen político
que se extendieron hasta la mitad del siglo XX, para luego continuar con la violencia desatada por militantes comunistas quienes han buscado desde entonces apoderarse del poder para convertir a Colombia en un Estado comunista, violencia que hoy día continúa en forma por demás activa alimentada por el narcotráfico y la delincuencia común.

Para tener una somera idea de hasta donde es capaz de llegar un fanático político analicemos la conducta de un tristemente ministro religioso de apellido Jordán, quien en la década de los 50 del siglo XX, en plena guerra civil entre militantes de los partidos políticos liberal y conservador, era el responsable del templo de su religión en la población de Puente Nacional, en el departamento de Santander.
Pues bien, como su religión estaba públicamente alineada con el partido conservador, este ministro se hizo famoso porque cada domingo, en todos los servicios religiosos que efectuaba en su templo exhortada a sus feligreses a asesinar a toda persona que conocieran que fuera de filiación liberal, diciéndoles que “matar liberales no era pecado”, frase con la cual se hizo tristemente famoso en todo el país. Y ante la indignación de la población liberal que profesaba esa misma religión, los jerarcas de esa religión lo que hicieron fue trasladar al ministro Jordán a otro templo ubicado en Bogotá donde continuó ejerciendo su ministerio como si nada hubiera pasado.

3- El fanatismo deportivo

Una frase muy conocida dice que un hombre puede cambiar de nombre, de nacionalidad, de esposa, de partido político, de amigos o de religión, pero que jamás cambiará su simpatía por su equipo de fútbol, porque esta última la llevará hasta su muerte. Y, al parecer, eso es totalmente cierto.

Esto se debe a que el fanatismo por un equipo deportivo nace de una repentina identificación emocional con los símbolos, nombres, colores de los uniformes o con la particular manera como el equipo juega. Si el niño, joven o adulto que ve jugar a un equipo de su deporte favorito por primera vez se identifica profundamente con algunos de estos factores externos de dicho equipo, entonces puede surgir una
conexión emocional, como una especie de chispa que despierta una simpatía tan profunda como
repentina por dicho equipo y, de ahí en adelante, él será su nuevo seguidor o fanático de por vida.

Y aquí también cabe parte de lo dicho para el fanático político, debido a que son sus factores psicológicos, cultura o desarrollo personal los que determinarán qué clase de fanático deportivo va a ser alguien. Si se trata de una persona con una educación y cultura por lo menos mediana o alta lo más probable es que su comportamiento como fanático deportivo sea propio de una persona civilizada. Pero si este fanático es de un nivel cultural bajo, su comportamiento como fan de su equipo puede llegar a ser violento y peligroso,
porque este es el típico integrante de las llamadas “barras bravas”.

Ejemplos de estas conductas indeseables de esta clase de fanáticos deportivos son publicados en los medios de comunicación de muchos países, desde Europa hasta Argentina, pero Colombia no es inmune
a la violencia desatada por esta clase de desadaptados sociales, quienes con frecuencia inician violentas riñas en las tribunas de los estadios durante los partidos de fútbol, o incluso fuera de los estadios, a veces con consecuencias muy lamentables por el saldo de heridos o muertos

4- El fanatismo religioso

En este tipo de fanatismo es donde mejor se ve reflejada la irracionalidad, la hipocresía, la ignorancia,
la doble moral y la estupidez del ser humano, sin importar el nivel educativo o cultural de esta clase de fanático.
El resorte oculto que convierte a alguien en un fanático religioso es el miedo; un miedo profundo que esta persona no puede controlar porque lo aterroriza perder su fe si se atreve a pensar por su cuenta o a cuestionar algún dogma absurdo de su religión; miedo a ir al infierno “por toda la eternidad”, donde va a ser asado en el fuego eterno y torturado por miles de demonios; miedo a sufrir una muerte repentina que no le de tiempo de ir a su templo para arrepentirse de sus pecados con el consiguiente riesgo de no poder “salvar su alma”.
Por estas y otras razones el fanático religioso no necesita ir a ningún infierno para sufrir, porque su vida aquí y ahora, en la tierra, es para él un verdadero infierno por el estado de angustia permanente en que vive.

Por su ignorancia e irracionalidad este fanático cree a pie juntillas que su religión es la única verdadera y que, por lo tanto, todas las demás religiones son falsas y sus creyentes están condenados a ir al infierno, mientras que él y todos sus correligionarios al morir irán directo al Cielo, ya que solamente ellos tienen la única llave de su entrada. Esto, por supuesto, es una fuente de intolerancia y conflictos entre feligreses de distintas religiones, lo cual es bastante lamentable.

Sin embargo, lo más grave de las conductas de estos fanáticos se debe a su doble moral, hipocresía y estupidez, porque no de otra manera se puede calificar el hecho de condenarcomo pecaminosas las relaciones sexuales entre parejas por el hecho de no estar casados mediante el rito de su religión,
mientras que a la vez innumerables ministros de religiones occidentales son continuamente acusados de pederastia, sin que a sus superiores les preocupe gran cosa estas situaciones, ya que solo en muy raras ocasiones los acusados son sancionados; y cuando lo son, los castigos consisten en trasladarlos a otras poblaciones donde puedan seguir cometiendo sus aberrantes tropelías contra los niños.

Y la doble moral no es solo en el plano sexual sino también en el doctrinal, porque si bien las religiones occidentales se basan en la Ley judaica, cuyo quinto mandamiento dice “No matarás ”, la historia nos narra que a los altos jerarcas de algunas religiones no les ha temblado la mano para ordenar el asesinato de miles de personas a lo largo de varios siglos, inclusive torturándolas salvajemente antes de ser quemadas vivas en hogueras en plazas públicas, sino que también han desatado horrorosas guerras religiosas con el saldo de miles y miles de muertos, heridos y mutilados, además de la destrucción de propiedades y otros bienes dejando a sus propietarios en la más completa ruina.
Estas son las consecuencias del fanatismo religioso, quizás el peor de todos los fanatismos que el hombre pueda llegar a sufrir.

5- Como liberarse del fanatismo

Como el fanático es un esclavo de sus creencias, recobrar su vida normal equivale a romper las cadenas que lo atan emocionalmente a ellas. Esto, por supuesto, no es fácil de hacer, porque al ser el fanatismo una enfermedad de origen emocional, para que esta persona decida alguna vez en su vida liberarse de su esclavitud necesita “tocar fondo” en su vida, en forma similar a como tienen que hacerlo los pacientes alcohólicos para tomar la decisión de recuperarse de su adicción al alcohol.

Y el hecho de “tocar fondo” significa que tiene que llegar un momento en la vida del fanático en donde las consecuencias que el fanatismo llegue a tener en los diferentes ámbitos de su vida sean tan graves que el sufrimiento resultante despierte en su consciencia alguna pequeña chispa o luz de comprensión que le haga ver que por causa de su fanatismo su vida es simplemente un completo desastre, y que eso seguirá siendo así a menos que él haga algo por cambiar su situación.
En resumen, se trata de que el fanático llegue a tomar consciencia de que sus dificultades y sufrimientos se originan en sus comportamientos derivados de su fanatismo, porque sin este paso inicial no hay ninguna posibilidad de que él quiera cambiar su vida.

Esto puede ser algo difícil de comprender para muchas personas, así que mejor se ilustrará con un ejemplo real que el autor llegó a conocer de primera mano hace muchos años.
El personaje de esta historia fue un fanático deportivo quien a la edad de diez años fue llevado a un estadio a ver por primera vez un partido de fútbol profesional en Colombia.
El asunto fue que tan pronto el equipo local salió a la cancha, en medio de una tremenda ovación de sus
seguidores que llenaban todas las graderías, este niño sintió una fascinación instintiva por este equipo debido a que la camiseta de su uniforme tenía el color de su preferencia, pero este fue solo el primer paso para convertirse en fanático.

El segundo paso fue que este equipo local tenía un estilo de juego espectacular; era aguerrido y muy combativo, incluso cuando antes de terminar el primer tiempo ya iba ganando por dos goles a cero, sus jugadores eran sumamente talentosos y hacían pases precisos y jugadas tan vistosas que enloquecían a sus seguidores en la tribunas y, sin saber a qué horas, de un momento a otro este niño ya estaba también gritando como loco apoyando al equipo local. Y cuando finalmente terminó el partido, el cual obviamente ganó este equipo local, la felicidad que experimentaba en todo su cuerpo este niño era de tal magnitud que ahí mismo, saliendo del estadio, él supo que desde ese momento en adelante ese sería su equipo de fútbol preferido por el resto de su vida. Y así sucedió.

Y para este niño todo habría sido solo felicidad si él hubiera sido un seguidor no fanático de su equipo, pero eso no ocurrió porque sin saber cómo ni por qué de la noche a la mañana se convirtió en un fanático acérrimo del equipo de sus amores, de tal modo que su vida quedó irremediablemente ligada a la suerte o desempeño de su equipo de fútbol.
Por esta razón cuando su equipo ganaba un partido él sentía un gozo tan enorme que solo se comparaba con el éxtasis religioso que la literatura sagrada narra que han experimentado muchos devotos religiosos que luego han sido llamados santos; pero cuando perdía era todo lo contrario, porque a la rabia inicial por la derrota de su equipo la seguía un sufrimiento de tal magnitud que lo sumía en una depresión e irritabilidad que le causaba graves conflictos con toda persona que se cruzara en su camino y que no fuera partidaria de su equipo de fútbol.

Pero el asunto tomó un cariz mucho más grave cuando años después su equipo de fútbol entró en barrena con una serie interminable de malos resultados deportivos y fue relegado a los últimos lugares en la tabla de posiciones en la liga profesional, porque de cada diez partidos que jugaba perdía siete, empataba dos y solo ganaba uno.
En esta época el niño de esta historia ya tenía 20 años de edad y su vida era un completo infierno porque luego de ver perder a su equipo el día domingo esa noche no dormía; pero como trabajaba y tenía que cumplir un horario el lunes se levantaba tan malhumorado que para cualquiera era peligroso cruzarse en su camino. Y la depresión e irritabilidad le duraban hasta el viernes, pero el sábado ya se animaba un poco ante la expectativa de que el domingo siguiente iría al estadio y tal vez vería ganar de nuevo a su equipo del alma. Pero como siete de cada diez veces esto no sucedía, entonces el sufrimiento y la depresión resultantes de la nueva derrota era una historia que se repetía de nuevo, una y otra vez, trastornando su rendimiento laboral, causándole conflictos con muchas personas, aparte de vivir sumido en un eterno sufrimiento.

Entonces ocurrió el milagro. En cierta ocasión observó que entre su grupo de amigos todos parecían ser muy tranquilos y felices, a pesar de tener que enfrentar las dificultades normales de la vida diaria, y que él era el único amargado para quien la vida era un auténtico infierno porque su equipo del alma perdía partido tras partido, sin que él pudiera hacer algo para evitarlo.
Eso lo puso a pensar. Y después de meditar largamente sobre este punto se preguntó a sí mismo si esa era la vida que él quería seguir teniendo por el resto de su existencia; y como la idea de seguir viviendo el mismo eterno sufrimiento no le agradó mucho pensó que, definitivamente, si quería tener en adelante una vida diferente, tranquila y feliz?

Y esta pregunta, que él se formuló a sí mismo con profunda sinceridad produjo el segundo milagro, porque sin él saberlo con esta pregunta despertó una respuesta sabia y adecuada por parte de su mente subconsciente para permitirle solucionar su problema, la cual surgió desde lo más profundo de su ser en un momento cuando él estaba meditando sobre su vida y cómo podría cambiarla.
De repente se vio a sí mismo como un hombre de cuyo ombligo salía un larguísimo cordón umbilical que terminaba unido al escudo de su equipo de fútbol y comprendió que este cordón umbilical era el símbolo del lazo emocional profundo que había entre él y el equipo de fútbol por lo cual, si quería
dejar de sufrir por dicho equipo tenía que romper esa conexión emocional.
Esto lo comprendió perfectamente, pero enseguida le surgió una nueva pregunta: ¿cómo podría él romper ese lazo emocional?

Y de nuevo su mente subconsciente vino en su ayuda. Le hizo comprender que él no era el presidente ni el dueño de ese equipo de fútbol, razón por la cual él no era responsable por las malas decisiones que sus directivos habían tomado y que lo habían llevado a la debacle deportiva; que él tampoco era el entrenador ni jugador del mismo y por lo tanto no podía incidir de ninguna manera en los resultados de los partidos; que él tampoco trabajaba para ese equipo, no era accionista del mismo y ni siquiera era el recogebolas. Entonces, si no tenía él ninguna forma posible de incidir en los resultados deportivos de su equipo él no tenía ninguna responsabilidad sobre los mismos, porque toda la responsabilidad recaía en sus directivos, entrenador, jugadores y demás personal vinculado directamente a esa institución. Entonces, si el equipo ganaba, quienes ganaban eran “ellos”, no él; y si el equipo perdía quienes perdían eran también “ellos” y no él, así que no valía la pena seguir sufriendo por situaciones que él no podía controlar de ninguna manera.

Este análisis, inspirado por su mente subconsciente, fue para este fanático toda una revelación y de inmediato tomó una decisión radical: se liberaría ahí mismo, y de una vez por todas, de su esclavitud y sufrimiento. Y tomada esta decisión visualizó que tenía en sus manos una enorme tijera de más o menos un metro de longitud y con ella cortó su cordón umbilical que él veía claramente en su mente; y cuando vio
como el extremo largo cortado de este cordón se alejaba de él hacia el escudo de su equipo, comenzó a sentir una profunda paz interior que nunca había experimentado antes.

Y desde entonces su vida cambió radicalmente. Siguió sintiendo simpatía por su equipo de fútbol, y la seguirá sintiendo hasta su muerte, pero desde entonces es una simpatía sana. Si este equipo gana algún partido él se alegra algo por ello, pero cuando pierde sabe que quienes perdieron fueron los jugadores que estuvieron en la cancha y no él, por lo cual eso ya no lo afecta y él sigue con su nueva vida como un hombre completamente libre, sin ser esclavo de nadie.


Hasta pronto, amigos.

Un cordial saludo para todos.

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